Desde las ensaladas a los tubérculos pasando por las sandías o los arroces, cada cultivo tiene diferentes necesidades nutricionales según el tipo de suelo en el que se desarrollan.
El suelo es el recurso natural clave que influye en la calidad y cantidad de producción agrícola, por lo que desde ZERYA mimamos todos los aspectos relacionados con la salud del suelo. Porque cada suelo tiene su tipología y sus necesidades, os presentamos diferentes tipos según su textura, estructura, composición química y biológica. En la península ibérica los más comunes son el calcáreo, arcilloso, arenoso y el franco.
Suelo calcáreo para cereales y hortalizas de hoja
El suelo calcáreo se caracteriza por tener un alto contenido en carbonato de calcio, lo que le confiere un pH alcalino y una baja disponibilidad de algunos nutrientes como el fósforo, el hierro y el zinc. Este tipo de suelo requiere una fertilización equilibrada y una corrección de la acidez con materia orgánica o enmiendas. Los cultivos más adecuados para este tipo de suelo son los cereales, las leguminosas, las hortalizas de hoja y algunas frutas como los cítricos y los olivos.
El arcilloso retiene metales pesados
El suelo arcilloso presenta una textura fina y compacta, lo que dificulta el drenaje del agua y el intercambio de gases. Con una alta capacidad de retención de nutrientes, también puede acumular sales y metales pesados. Requiere una labranza profunda y frecuente para mejorar su estructura y evitar la formación de costras. Los cultivos que mejor se adaptan son los arrozales, las plantas forrajeras, las hortalizas de raíz y algunas frutas como los plátanos y las uvas.
Drenaje fluido en suelos arenosos
El suelo arenoso con su una textura gruesa y ligera, facilita el drenaje del agua y el intercambio de gases. Presenta una baja capacidad de retención de nutrientes y agua, por lo que necesita una fertilización frecuente y un riego adecuado. Los cultivos recomendados para este tipo de suelo son los tubérculos, las legumbres, las hortalizas de fruto y algunas frutas como los melones y las sandías.
Ni muy arcilloso ni muy arenoso : el suelo franco
El suelo franco proporciona una textura media y equilibrada, que le confiere una buena capacidad de retención de nutrientes y agua, así como un buen drenaje e intercambio de gases. ¡Es el top! El suelo franco es el más apto para la agricultura, ya que permite el desarrollo de una gran variedad de cultivos. Resulta ideal para cultivar cereales, leguminosas, hortalizas y frutas.
Rotar cultivos mejora sustancialmente la estructura del suelo
Además del tipo de suelo, otro factor que influye en las necesidades nutricionales de los cultivos es la rotación o la alternancia de diferentes especies vegetales en un mismo terreno a lo largo del tiempo. Esta práctica tiene varios beneficios, como la prevención de enfermedades y plagas, la mejora de la estructura y la fertilidad del suelo, la diversificación de la producción y el aprovechamiento de los recursos naturales. La rotación debe tener en cuenta las características y las exigencias de cada cultivo, así como su influencia en el depósito o la extracción de nutrientes del suelo.
Cultivos fijadores y liberadores de nitrógeno
Los suelos también pueden clasificarse en diferentes grupos según su capacidad para fijar o liberar nitrógeno, un elemento esencial para el crecimiento vegetal. Los cultivos fijadores son aquellos que pueden captar el nitrógeno atmosférico mediante la simbiosis con bacterias del género Rhizobium que viven en sus raíces. Estos cultivos son principalmente las leguminosas, como los guisantes, las habas, las lentejas o la soja. En revancha, los liberadores pueden dejar nitrógeno disponible en el suelo después de ser cosechados o incorporados como abono verde. Estos cultivos son principalmente los cereales, como el trigo, el maíz o la cebada.
Spoiler: ¡No olvides rotar tus cultivos!
La rotación debe alternar cultivos fijadores con cultivos liberadores para mantener un equilibrio en el ciclo del nitrógeno y evitar la pérdida o la contaminación del mismo por lixiviación o volatilización. Así, se puede reducir el uso de fertilizantes químicos y mejorar la calidad y la sostenibilidad de la agricultura.